Según mis recuerdos, yo no tenía principio ni final. Debí nacer en algún momento, pero eso no lo recuerdo. Solo lo recreo mediante las palabras que mi madre solía decirme.
El principio es la propia existencia, pero existir es vivir, y yo
no recuerdo el momento exacto en el que empecé a vivir.
Estoy viva, eso lo sé. Puede que no recuerde el momento en que
empecé a sentir que las palabras me cambiaban, que todos mis pensamientos se
hacían cada vez más activos, que sentía la música en cada lugar que visitaba y
que la lluvia que tocaba mi cara me hacía sentir llena de serenidad. Pero
recuerdo que estaba viva cuando lo sentí.
No recuerdo la primera vez que me sentí feliz, tampoco recuerdo la
última, olvidé la primera vez que abracé a alguien o la última vez que dije un
‘‘te quiero’’ sinceramente. Pero se que estaba viva cuando lo hice.
No recuerdo muchas cosas pero se que las he hecho. Se que estaba
viva.
Es un deber sentirse vivo de vez en cuando, existen muchos
principios en el camino y esos principios emanan vida. No puedo desperdiciar
los momentos, no puedo desperdiciar los principios, pues es como estar en coma,
es como morir en la existencia.
Hoy sé que he vivido, pero hay días en que se me olvida y muero
lentamente en una profunda tristeza y soledad. Sé que he tenido principios pero
que nunca tendré un final.
La existencia es eso, hacer lo que le da vida, lo que le hace feliz.
Lo mejor, no tiene límite previsto y aunque muera, jamás tendrá un final. La
gente descuidada preferirá morir, pues es el camino de menor esfuerzo, lo que
no saben es que todo tiene un principio pero tal vez no tiene un final.
Exista a través de los principios y jamás olvide que siempre es
bueno sentirse vivo.
Mol
Jueves
1 de septiembre

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