Primero se deja de jugar a matar insectos, luego
piensas dos veces en tu limpieza antes de subirte a una montaña de tierra, después
empiezas a dar órdenes y te conviertes en un gruñón, finalmente olvidas quien
fuiste y te dejas controlar por tu hombrecito interior que te dice que hacer.
Los adultos son extraños. (Saint Exupéry, 1943)
24 señales para descubrir a un alíen es la primera
novela de Juliana Muñoz Toro, ganadora del tercer concurso de escritura Tragaluz
(2016), y está ilustrada por Elizabeth Builes. El libro se divide en 24
capítulos que reúnen las señales para descubrir que un alíen se ha apoderado
del cuerpo y el corazón del padre de un niño de ocho años llamado Benjamin.
El niño lucha cada día por entender a sus padres, a
su mamá cambiándose la peluca por la noche y otra vez en la mañana y a su padre
gritando, dando órdenes y siendo cada día más gruñón. Por eso, Benjamin afirma
con completa seguridad que un alien se adueñó de su padre, el pequeño
hombrecito se posó en el lugar de su corazón, conoce sus pensamientos y
sentimientos y pronto va a conquistar el mundo empezando por su madre y él.
Benjamin nos conduce a través de una historia
infantil que puede que represente a más del 90% de la población colombiana, y
no escribo un 100% porque tal vez muchos no le arrancaron, sin querer, las
paticas a un cucarrón o jugaron con un sacamocos, o adoptaron a un gallina. Pero
más de uno jugó con tierra y creó historias fantásticas con los muebles de la casa
y las cajas del sótano. Todos fuimos niños alguna vez, solo que no lo
recordamos.
24 señales para descubrir a un alíen es una crítica
hacia los adultos, los adultos que cambiaron con el tiempo y que tal vez no tuvieron
la culpa de convertirse en un alien, porque nunca se dieron cuenta en que
momento llegaron a serlo o porque cuando crecieron olvidaron muchas cosas
importantes que lo dejaron entrar. Es una crítica a la relación familiar y a
los cambios de afecto que tiene un niño por sus padres, al entendimiento de los
sentimientos y acciones de los adultos.
Los personajes atrapan desde el comienzo de la
historia, hasta el punto en el que el lector se convierte en un niño y también siente
la necesidad de entender el comportamiento de los padres de Benjamin, es ahí
cuando el libro permite evocar los recuerdos del niño interior que todos
llevamos dentro y nos conduce por nuestro propio sentimiento.
La forma en como está escrita la obra puede
tornarse confusa por el cambio de las reglas ortográficas que usó la autora, en
mi opinión, no se puede hacer uso de ese experimento cuando el libro va
enfocado hacia un público infantil que está empezando a aprender sobre la
escritura y este solo lo lleva a la confusión y al desorden.
Aunque este enfocada hacia los niños, el libro es
válido para todo el que quiera disfrutarlo, es curioso como la autora juega con
la historia porque para un adulto pueden ser obvios los mensajes escondidos en
la historia, pero para un niño es una más de las aventuras que vive a diario.
La obra tiene momentos cómicos, tristes y extraños,
pero, ya que es narrada por un niño, todo lo vemos con ojos, corazón y alma de
niño, cosa que tal vez muchos habíamos olvidado hacer y entonces también
habíamos sido gobernados por un hombrecito que nos dice que hacer y nos vuelve
más gruñones cada día.
Todos hemos olvidado a nuestro Benjamin.
Referencias
Antoine de Saint Exupery (1943) El Principito.


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